En una plática Dios me preguntó. ¿Estoy en tu corazón? -Si señor, sabes que lo estás, le respondí. Sin embargo, al reflexionar, entendí la razón de su pregunta, y eso me entristeció.
Con frecuencia, la comodidad y el bienestar nos dan una sensación de paz falsa, y sin darnos cuenta dejamos de depender de Dios. Caminamos por la vida olvidándonos de Él, hasta que llega la primera dificultad: entonces nuestra fe se tambalea y nos llenamos de preguntas y dudas sobre su presencia.
No te olvides de tu Dios cuando lo tengas todo: Y te coloqué en el desierto para saber si existía en tu corazón. Deuteronomio 8, 2.
Dios utiliza las pruebas para sacar lo mejor de nosotros; evitarlas solo nos detiene. Es en medio del fuego donde se revela quiénes somos realmente, donde nuestro carácter es moldeado, y donde Dios derriba para volver a edificar. Así quiere que lo conozcamos: como un Dios poderoso y glorioso para quienes le aman y permanecen fieles.
Vale más atravesar mil desiertos junto a Jesús que disfrutar de un oasis sin su presencia.
Por naturaleza, pedimos menos dificultades, pero en esos momentos es cuando deberíamos pedir más de Dios, más fe.
Mis oraciones más sinceras fueron sino en una sala de hospital, en mi cama a solas o en un rincón de mi casa.
Adorar a Dios cuando nos salve, y cuando no, más aún.
ORACIÓN.
Bendito el desierto que mi hizo conocerte mi Dios.
Si quiero seguir tus pasos en este desierto,
dame fuerzas para resistir el viento en mi contra.
Solo te pido que me des fuerzas a mis pies para no temblar,
e ilumina mis pasos para no caer y quedar atrás.
Ser fiel y seguro con cada paso que dé, quiero.